Montañismo de martes noche

8 Ene

Siempre me tienes al borde de este precipicio y yo, gustosa por zarandearme en el pico último de tierra que queda antes de la nada, saltando como una niña ya no tan pequeña que se muere por dar un salto hacia arriba o más bien despeñarse una vez más de morros, y con lo caros que son los dientes, que yo ya he llevado anteriormente braquets y parece que no aprendo… Sin miedo a las alturas, pero dolorida porque ya me he caído antes terraplén abajo. Y no porque no supiera flotar, ni mirar las nubes con cuidado, incluso asomándome solo con la nariz para verlas pasar a mi lado. Si no porque soy una masoquista innata que siente que nada la hace sentirse más viva que este acantilado por el que me conducen unos luminosos ojos. No soy ni una ilusa ni una ingenua, no me caí por quedarme embobada buscando formas de animales en días de lluvia, me resbalé porque este es el precio a pagar por tocar con la punta de los dedos mi cielo.

 

Sé que no has dejado de pensar en mí, de pensar en ti conmigo, de pensar en ello. Porque a mí me pasa igual y este vínculo solo lo conocen quienes sujetan tensa la cuerda por ambos extremos. Sin querer soltar las manos y tú, además, sin saber si aceptar  el querer acercarte a la cima de nuevo, pero sujetando con fiereza al final de este cabo suelto.

 

No quiero que desaparezcas, me apasionan las vistas desde esta cumbre borrascosa que tan bien conozco. Si no estuvieras, si te borrasen del mapa y quitasen mi pico de la montaña más alto,  ¿sabría yo que eso no se aleja de ser un sueño? Si no estuvieras tú, que estás siempre sin estar, solo como nadie más que tú sabe, que jamás has podido no estarlo,  sería yo la que no estaría escribiendo esto.   

 

Así que me pregunto, ¿eres tú quien me empuja, me tiro yo solita desfiladero abajo, o somos igual de inestables bajo este subsuelo en el que nos respaldamos?  Jamás se me dio bien el  deporte, pero siento que una gran parte de mí es toda una experta escalando acantilados. Dicen por ahí que para saber apreciar las vistas desde lo alto, primero hay que haber estado en el valle, que es plano. Sé que tú eres más de subir escaleras en noches locas de invierno, pero también sé que te fascina recordar lo feliz que te hizo una vez pasear por el campo…

 

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